La niña que compró un milagro
Una niña de 8 años llegó a la sala de emergencias con su alcancía rota.
"Necesito comprar un milagro," le dijo a la recepcionista.
"Los milagros no se venden aquí, cariño."
"Entonces dígame dónde sí. Mi hermano se está muriendo."
Su hermano pequeño tenía un tumor cerebral. La operación costaba $200,000 dólares. Sus padres habían vendido todo. No era suficiente. La niña escuchó a su mamá llorar: "Solo un milagro puede salvarlo." Así que salió a comprar uno.
Un hombre en la sala de espera escuchó toda la conversación. Se acercó a la niña: "¿Cuánto dinero tienes?"
Ella vació su alcancía sobre el mostrador. $3.47 en monedas.
"Es exactamente el precio de un milagro," dijo el hombre.
El hombre tomó las monedas y le pidió a la recepcionista la dirección de la familia. La niña no entendía qué estaba pasando.
"¿Usted vende milagros, señor?"
"No. Pero hace 20 años, alguien me regaló uno cuando más lo necesitaba."
Dos días después, un equipo completo de neurocirujanos llegó a la casa de la familia.
"Somos del Hospital Johns Hopkins. Venimos a operar a su hijo. Sin costo."
Los padres no entendían nada.
"Una niña ya pagó. $3.47. El precio exacto."
La operación fue un éxito. Semanas después, los padres descubrieron la verdad. El hombre de la sala de espera era el Dr. Carlton Armstrong. Uno de los neurocirujanos más reconocidos del país.
De joven, Armstrong casi abandona medicina por falta de dinero. Una desconocida en un autobús escuchó su historia. Le dio $50 dólares. Todo lo que tenía.
"Los milagros existen," le dijo. "Pero alguien tiene que pagarlos."
Armstrong nunca olvidó esas palabras. Construyó su carrera. Se volvió millonario. Pero siempre buscaba esos momentos. Cuando alguien necesitaba un milagro y estaba dispuesto a dar todo lo que tenía por él.
La niña guardó el recibo que le dio la recepcionista ese día. "Pagado: $3.47 - Un milagro para mi hermano."
Hoy tiene 34 años. Es doctora. Y en su consultorio hay un frasco de vidrio con una nota: "Se aceptan pagos para milagros. Cualquier cantidad es suficiente."
El frasco está lleno de monedas. Cada moneda representa una historia. Cada historia, una cadena que continúa.
Porque los milagros no son gratuitos. Pero tampoco tienen el precio que creemos.
¿Cuánto estarías dispuesto a dar por tu milagro?


