Día 10 - El síndrome del impostor: Cómo transformé la duda en mi mejor motor de crecimiento
Lo que nadie te dice sobre la duda: por qué sentirte un impostor es la señal más clara de que vas en la dirección correcta.
“Duda de ti mismo, si quieres, pero hazlo. La duda no es el enemigo, es el umbral de todo crecimiento.”
— Miguel Peralta
A todos nos ha pasado alguna vez: cruzas la puerta de una sala, te sientas en una mesa nueva, llegas a un logro que alguna vez soñaste… y, en vez de celebrar, te invade una voz:
“No perteneces aquí. Alguien va a descubrir que eres un fraude”.
He escuchado esa voz en cada etapa importante de mi vida, y —te lo confieso— nunca desaparece del todo. Pero aprendí algo: el problema no es sentir esa duda, sino lo que eliges hacer con ella.
La verdad sobre la inseguridad (que nadie te dice)
La mayoría de los “maestros” y líderes que conoces también luchan con ese miedo.
El síndrome del impostor no es un defecto personal, sino una señal de crecimiento.
Solo lo siente el que se atreve a ir más allá de lo conocido.
Los mediocres no lo padecen.
Es la incomodidad de salir de tu zona de confort y atreverte a aprender en público.
Durante años, creí que debía esperar a sentirme seguro, experto, “listo”.
Hoy entiendo que la seguridad absoluta no existe; es un espejismo que nos venden para mantenernos pequeños.
¿Qué hago cada vez que la duda me ataca?
Primero, la escucho.
No la peleo, no la escondo bajo la alfombra ni trato de “pensar en positivo” a la fuerza.
La observo: ¿Por qué estoy dudando? ¿Estoy creciendo? ¿Estoy ante un reto real?
Cuando la respuesta es sí, sonrío: la duda es mi brújula. Si no dudara, sería señal de que no me estoy exigiendo nada nuevo.
Después, me lanzo igual.
Actúo.
Prefiero fracasar aprendiendo que quedarme paralizado por el miedo a fallar.
En los momentos en los que más lejos llegué en la vida, la duda me acompañaba de cerca. Y aprendí que eso era una buena señal: el síndrome del impostor es solo la sombra de alguien que está saliendo a la luz de su propio potencial.
Lección para tu propio viaje
No busques deshacerte de la duda.
Hazla tu aliada.
Convierte cada incomodidad en la prueba de que estás avanzando.
Rodéate de personas que también se exigen y comparte tus miedos con ellos, porque lo peor del síndrome del impostor es el silencio.
Si alguna vez te encuentras pensando “no pertenezco aquí”, recuerda:
Nadie que haga cosas valiosas se siente siempre listo.
La diferencia la marca quien sigue adelante a pesar de la voz.
Hoy, te invito a dejar de esperar a sentirte suficiente. Hazlo igual, con miedo, con dudas, con todo. Ahí es donde empieza tu verdadero crecimiento.